La sonrisa de Don Gómez
Que este nuevo año 2008 sea de mucho éxito tanto personal como profesional para todos.
Aquí les dejo el escrito:
—¿Diseño…qué?— me dijo el verdulero, mientras me pesaba dos kilos de batatas.
—Diseño Gráfico— le dije —a eso me dedico.
Me miró con la misma cara que pongo cuando me enfrento a un problema de trigonometría avanzada, con la diferencia que él se rascó la barbilla y no la nuca, como yo lo haría.
—Ahhhhh... ¿no me diga?— y allí mismo, se produjo un silencio situado a cinco segundos de la comodidad.
Se lo iba a preguntar, juro que lo iba a hacer, otra vez, como tantas otras: "¿Sabe qué es eso?”, pero me contuve. No quise ponerme catedrático con Don Gómez, no tengo autoridad para ello. Por una fracción de segundo, observé sus arrugas, su mirada amistosa y la foto sepia colgada en la pared que mostraba a Gómez en sus años mozos, allí, al ladito de la foto de Gardel. Pensé: este tipo debe tener tanto que contar, tanto para enseñar…
—¿Sabe…?— lo miré — ¿por qué no me dice usted de qué se trata el diseño gráfico? Me interesa mucho su opinión.
Gómez me miró, no lo esperaba, pero lo entendió todo enseguida: yo quería saber porqué la gente no termina de comprender la identidad de mi profesión, comenzando por conocer qué se sabe de ella.
—Bueno, reflexionó, usted hace… dibujitos, eso… ¿no?
Debo decir que su respuesta no me sorprendió, no obstante, seguí con mi tarea. —para usted mi carrera sería como la del artista, como un pintor...
—No, no m’hijo… usted le dice cosas a la gente con esos dibujos y la gente usa esos dibujos para algo. Les sirven para algo. Y supongo que es mejor eso, porque no puedo andar a los gritos por la calle para que la gente me compre manzanas ¡Me llevaría el loquero!1
Sonreí. Por supuesto, Don Gómez no citó a Jorge Frascara, ni a Joan Costa, ni a ningún autor clásico del diseño, pero sabía la diferencia entre el arte y el diseño (algo imprecisa para muchos diseñadores). Sabía que las formas deben estar directamente ligadas a (y ser consecuencia de) la función para la cual se proyectan. Y además sabía que el diseño soluciona problemas de comunicación a las personas. Comunica, hace llegar significados de forma mucho más efectiva a un público mayor, y todo esto, sin que nos lleve el loquero.
Animado, Don Gómez prosiguió: —Pero eso es para otra gente… Yo tengo este negocito nomás, ¿Me entiende? Eso debe ser caro… Para empresas grandes. Mire: yo ando en una Renoleta,2 me gustaría un BMW, pero no me alcanza ni pa’ la primera cuota…
Antonio Francisco Gómez me mostró la razón por la cual la gente no comprende la verdadera especificidad de mi carrera: muchos piensan que el diseño en general (y el gráfico en particular) es elitista y segmenta por estatus social.
Entonces el problema no es que no sepan de qué se trata, sino que perciben que no es para ellos, se sienten intimidados, no creen ser parte del selecto grupo de “elegidos” que acceden al diseño. Y, naturalmente, la culpa es de los diseñadores. Es nuestra. Nuestro objetivo muchas veces, parece ser el de realizar grandes piezas para grandes multinacionales, ganar premios internacionales de diseño, salir en revistas, ser reconocidos, famosos: design stars.
Y nos olvidamos de lo esencial: nos olvidamos de Don Gómez. Nos olvidamos de la gente, del pueblo, de nuestro público. Y sino, pensemos: ¿Quién diseñó el boleto del colectivo de nuestra cuidad? ¿Quién diseñó esa revista barrial? ¿Quién diseñó el volante de la pizzería de acá a la vuelta, que ofrece 2 muzzas por seis pesos? ¿Quién le va a decir a la gente que Don Gómez es una persona de bien, que elige personalmente (y una por una) las verduras que llevo a mi mesa? Claro, muy probablemente esa acción de comunicación jamás llegará a un libro de diseño, ni recibirá premios en Madrid, ni siquiera disertaremos en un congreso exponiéndola. Pero hará que Don Gómez venda más verduras, y contrate a su amigo Antonio y a su hijo con quienes la vida no fue generosa. Y quién sabe, quizás un día Don Gómez abra otras sucursales y emplee a más gente…Y quizás, quizás un día ya no haya más desocupados en su barrio. ¡Qué feliz sería Gómez! ¿Imaginan su sonrisa?
Porque de eso se trata el diseño: de la sonrisa de Don Gómez.
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